La música en la sangre? en el cerebro?

Vengo de una familia llena de docentes.

Mi padre, mis tíos, mis hermanos, primos, mi marido y mis cuñados son maestros o profesores.

La docencia es algo tan naturalizado en mi familia, que hablar de alumnos y métodos educativos es un tema habitual en los encuentros familiares.

Hay Rolandos enseñando en todos los niveles, desde a los más pequeños de 3 años hasta el nivel universitario, y tenemos real pasión por enseñar!  somos docentes que enseñan Música, Artes plásticas, Neurología, Medicina, Física, Italiano, Computación, Inglés, Contabilidad, Buceo, Sánscrito, Ingeniería, Cerámica, Derecho...

La docencia es LA carrera y pasión de mi familia. 

Por eso, cuando con dieciocho años y mientras cursaba el Conservatorio Nacional de Música en Buenos Aires (actual Universidad Nacional de Artes) comencé a enseñar Música, nadie se sorprendió al verme frente a una clase. Estaba en mi elemento. 

A los veinte años creé y dirigí mi academia de música en Buenos Aires que luego continué en España y en Holanda .
En esa misma época tuve la suerte de sumarme a la cátedra de Música Antigua de la carrera de Artes de la UBA dando clases de Musicología en la facultad mientras enseñaba inglés también en primaria y secundaria, una experiencia particular y movilizante ya que trabajaba en escuelas de un barrio marginal. 

Cuando terminé la carrera superior de Canto, mi marido y yo nos mudamos a España, en donde terminé dos Masters y comencé el doctorado. Y fue justamente al llegar a España y conocer investigadores y docentes interesados en nuevos métodos formativos, cuando todas las ideas que estaban tratando de encontrar una forma en mi proyecto pedagógico encontraron primero una revolución de base y luego un asentamiento real y concreto. Cuando ví por primera vez “La educación Prohibida” entendí que esos cuestionamientos que se vienen planteando desde las últimas décadas y a las cuales yo ya adhería, no sólo estaban diseminadas por otros países, sino que además se estaban generando interesantes alternativas prácticas y definitivamente más útiles que las estructuras o instituciones educativas tradicionales propuestas hasta el momento. 

En Bilbao tuve la enorme suerte de cruzarme con investigadores y creadores cuya capacidad de cuestionamiento y reformulación, de patear el tablero del sentido común y de lo establecido les permitió crear opciones novedosas y definitivamente más potables y aliadas a la realidad o las diferentes realidades formativas, como por ejemplo el equipo de Diraya, co-dirigido por Vega Martín, quien tuvo la generosidad de discutir y enseñarme a reinterpretar el concepto de educación, creación, juego y formación, a revisar mi papel como docente, mis límites, mis posibilidades e incidencias como docente.  

Con temor a ser injusta al no mencionar a todos los docentes y personas que me impulsaron a reformular mi ideas y propuestas metodológicas, me gustaría enviar mi profundo agradecimiento y respeto a Zulema Nolli, la primera docente que me abrió la puerta a una nueva interpretación de la pedagogía musical; a Guillermo González, quien desde la Mediación Escolar no sólo me dio herramientas para la clase sino para mi vida personal; y a  Eleni Stergiopoulou, especialista en género y nuevas pedagogías, cuya paciencia y amor a la educación es altamente contagiosa.  

Por último y aprovechando el pedido de referencia a un libro que nos haya marcado, me gustaría recomendar  "Neuroeducación en el aula. De la teoría a la práctica" de Jesús Gillén  que, además de ser una lectura amena, está basado en una amplia y actualizada literatura científica, y desarrolla los diferentes aspectos educativos desde la neurociencia, con una aplicación práctica y con un enfoque transdisciplinar.